La vida de una persona podría verse como un castillo hecho con cartas. Esto es en parte porque, aunque a veces no lo creamos, nuestro estilo de vida es tan frágil como un castillo de naipes, tanto que cualquier brisa inoportuna puede tirarlo abajo. Entonces, no debe descuidarse, hay que protegerlo y mimarlo para que nadie lo derrumbe.
Pero a veces ocurre que, nos quedamos mirando nuestro castillo, y... quizás no sea lo suficientemente alto, o quizás no sea muy original. De hecho uno debería intentar estar a gusto con su castillo, feliz de como es, y si no, siempre puede romperlo por completo, o desmontarlo poco a poco para cambiarlo.
Lo bueno de este tipo de castillos es que a no ser que nos lo tire un huracán en el Caribe, las cartas quedan sobre la mesa. Y todo el mundo sabe construirse uno nuevo, mas o menos bonito, pero todo el mundo sabe como hacerlo. Solo requiere paciencia e ilusión, solo eso. Y quizás esa brisa inoportuna suponga una nueva posibilidad para hacerse un mejor castillo...
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